Para los estudiosos de la filosofía del derecho, la finalidad primigenia de las leyes es la de informar. Con esta acción se precisan los criterios que norman el campo de actuación para determinados rubros. Sin embargo, llegado el momento de aplicar una norma, es común la eclosión de conflictos por la variedad de interpretaciones a que dicha norma nos puede conducir. Es aquí cuando cobra relevancia la técnica legislativa, donde la dimensión lingüística encuentra sentido y pertinencia, ya que más allá de representar un simple factor de estética en el lenguaje, es en esencia lo que le da esa claridad y certeza al lenguaje jurídico, capaz de evitarnos conflictos como los que hemos presenciado últimamente en el Congreso del Estado. |